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Pues a mí eso es algo me, personalmente, me revienta. Si tuviéramos la oportunidad de conocer a nuestro yo a los 5 años seguramente nos daríamos cuenta de lo estúpidos que somos, muchas veces no hacemos cosas porque damos por hecho que no es posible, y no debe ser así. Imagina a la enérgica Laurita, el soñador Javiercín, la pequeña Lucía, el revoltoso Miguelíllo... Todos ellos te dirían muy claro lo que quieren ser, y lo más importante, sabrían que podrían hacerlo. Con esto os digo que a veces, cuando más perdidos nos encontramos, debemos buscar en el interior de nuestros corazones y encontrar a nuestro pequeño yo sonriendo, feliz de que le hayas recordado. Y tal vez ese recuerdo, si lo escuchamos, pueda guiarnos mejor que cualquier persona mayor que ha vivido la dura vida. Porque a veces, un niño, y sólo un niño, puede volver a encender, una llama que parecía apagada, y nos puede hacer recordar, que nada es imposible.
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