Érase una vez…

Érase una vez un primer día de colegio con unos niños llorones, vestidos de uniforme, envueltos en lazos y pegados a sus madres. Érase una vez una panda de críos llenos de vida, que se comían la plastilina, pintaban con témperas la cara del de al lado y comerciaban con la merienda del vecino. Érase una vez, nosotros.
En trece años dentro del colegio San José hemos hecho historia. Sólo con tres, comenzamos a escribir nuestras primeras experiencias en el “cole”.Entramos a Educación Infantil, y tras el trauma de tener que despertarnos pronto para ir a clase, aceptamos que teníamos que enfrentarnos a retos tan duros como pintar sin salirnos de los bordes, hacer bolas y churros de plastilina, recortar de forma aceptable tanto en la modalidad de tijeras como de punzón, etc. Por supuesto, también tenía sus ventajas, como los recreos largos, cuando nuestras cariñosas profesoras, con vocación de madres, nos ponían música y nos preparaban para la siesta, el no tener deberes, o las obras de teatro. Eso último para nosotros siempre fue un mundo. Todas las Navidades, ahogados en maquillaje y purpurina, nos disfrazábamos de pastores o estrellas del cielo, e íbamos a ver al niño Jesús, que nacía esa noche. Todo esto mientras los Reyes Magos también se presentaban con sus respectivos regalos, con la canción de fondo de: “Ya vienen los Reyes Magos, ya vienen los Reyes Magos, caminito de Belén, olé olé Holanda y olé, Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve…” (Todo hay que decirlo, un poco perdidos sí que estaban, porque si veían Holanda ya en el horizonte y se dirigían a Belén… Pero por suerte, siempre conseguían llegar a tiempo)El paso siguiente fue la Educación Primaria. Sustituimos las fichas de pintar por “Cuadernos rubio”, que la verdad, tenían para todo tipo de tareas escolares: sumas, restas, divisiones, multiplicaciones, caligrafía, problemas… De todo.
Sin embargo, cuando fuimos capaces de decir “Mi mamá me mima” del tirón y aprendimos a restar con varias cifras, pensando que ya había pasado lo malo, llegó la pesadilla para todo niño: las fracciones, y con ellas, los decimales. ¡Cuántas horas empleadas por nuestros pacientes profesores y profesoras para hacernos entender que no hablábamos de tartas, sino de números! ¡Que habría sido de nosotros sin todos y cada uno de ellos !Pero con todo y esto, fuimos creciendo juntos, mezclándonos poco a poco las chicas con los chicos, y haciendo nuevas amistades con los niños que habían emigrado de sus colegios para venir al nuestro.
Algunos de mis recuerdos favoritos de Primaria son, por ejemplo, cuando Eugenio llegó en 5º de primaria a clase y mientras repartía los exámenes cantaba: “El suspenso ya llegó, el suspenso ya está aquí…”, o cuando Bea, todos los viernes, escogía al mejor alumno de la semana, y le coronaba mientras le sentaba en un sillón a modo de trono. Algunos recuerdos son más divertidos, como cuando recuerdo una clase de Pedro en la que una paloma se estampó contra la ventana, y la marca quedó durante el resto del curso. Por último, uno de los recuerdos que guardo con más cariño, porque me hacía mucha ilusión, es cuando venían los Reyes Magos en Navidad al colegio, cargados de regalos y calzados con sus mejores deportivas. En especial, recuerdo un año en que uno de mis compañeros se acercó muy serio a Melchor y le dijo: “Sé que tú no eres de verdad un rey mago… ¡Eres un paje!” Respecto a esto, quiero aprovechar la ocasión para agradecérselo al APA, ya que es en mi opinión, el mejor regalo que hacen a los niños.La última etapa, también llamada “la transición del lápiz al boli” ha sido la más especial. En primero nos mezclaron a todos, y se acabó la rivalidad que habíamos tenido los años anteriores de A contra B. Un hecho muy importante fue, asimismo, el tener el recreo en el parque, con los mayores, que ya nos dotaba de una categoría superior.
Pero dentro de estos cuatro años, el más disfrutado ha sido cuarto de la ESO, nuestro último año, pues ha sido cuando hemos estado más unidos, y en el que lo hemos pasado mejor.O decidme si no, lo gracioso que era vernos todas las noches en Portugal con el pijama, y las mañanas lavándonos los dientes, como en familia. Y la cara de los chicos cuando se despertaban con un “Faloface” escrito en la cara, mientras escuchábamos los interminables monólogos de David, alias Brañas, que se sentía tan, tan solo… Pero en mi opinión, lo más extraño y a la vez divertido, ha sido descubrir las peculiaridades de los profesores. Durante estos cuatro años, hemos podido conocer a personas que nos han ayudado a convertirnos en “intentos de humanoide”, y que merecen un mundo por su infinita paciencia:· Sor Marina, la nueva directora y profesora de religión, cuyas relajaciones nos han dado esos minutos de sueño necesarios en los días de exámenes.
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