sábado, 23 de junio de 2012

Discurso de una rubia literata- Graduación 2012

Hola a todo el mundo, como alguno sabréis, y otros conseguiréis intuir por el título, ayer me gradué, y como soy la rubia inteligente de mi curso (no me echo más flores porque no puedo), hice uno de los discursos de la graduación, concretamente el de las experiencias, recuerdos, etc. Como muchos me lo habéis pedido, he decidido dejarlo aquí para que todos, asistentes de la ceremonia o simplemente curiosos, podáis echarle un ojo. Un besito a todos, os quiero.


Érase una vez…


Érase una vez un primer día de colegio con unos niños llorones, vestidos de uniforme, envueltos en lazos y pegados a sus madres. Érase una vez una panda de críos llenos de vida, que se comían la plastilina, pintaban con témperas la cara del de al lado y comerciaban con la merienda del vecino. Érase una vez, nosotros.
En trece años dentro del colegio San José hemos hecho historia. Sólo con tres, comenzamos a escribir nuestras primeras experiencias en el “cole”.Entramos a Educación Infantil, y tras el trauma de tener que despertarnos pronto para ir a clase, aceptamos que teníamos que enfrentarnos a retos tan duros como pintar sin salirnos de los bordes, hacer bolas y churros de plastilina, recortar de forma aceptable tanto en la modalidad de tijeras como de punzón, etc. Por supuesto, también tenía sus ventajas, como los recreos largos, cuando nuestras cariñosas profesoras, con vocación de madres, nos ponían música y nos preparaban para la siesta, el no tener deberes, o las obras de teatro. Eso último para nosotros siempre fue un mundo. Todas las Navidades, ahogados en maquillaje y purpurina, nos disfrazábamos de pastores o estrellas del cielo, e íbamos a ver al niño Jesús, que nacía esa noche. Todo esto mientras los Reyes Magos también se presentaban con sus respectivos regalos, con la canción de fondo de: “Ya vienen los Reyes Magos, ya vienen los Reyes Magos, caminito de Belén, olé olé Holanda y olé, Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve…” (Todo hay que decirlo, un poco perdidos sí que estaban, porque si veían Holanda ya en el horizonte y se dirigían a Belén… Pero por suerte, siempre conseguían llegar a tiempo)El paso siguiente fue la Educación Primaria. Sustituimos las fichas de pintar por “Cuadernos rubio”, que la verdad, tenían para todo tipo de tareas escolares: sumas, restas, divisiones, multiplicaciones, caligrafía, problemas… De todo.
Sin embargo, cuando fuimos capaces de decir “Mi mamá me mima” del tirón y aprendimos a restar con varias cifras, pensando que ya había pasado lo malo, llegó la pesadilla para todo niño: las fracciones, y con ellas, los decimales. ¡Cuántas horas empleadas por nuestros pacientes profesores y profesoras para hacernos entender que no hablábamos de tartas, sino de números! ¡Que habría sido de nosotros sin todos y cada uno de ellos !Pero con todo y esto, fuimos creciendo juntos, mezclándonos poco a poco las chicas con los chicos, y haciendo nuevas amistades con los niños que habían emigrado de sus colegios para venir al nuestro.
Algunos de mis recuerdos favoritos de Primaria son, por ejemplo, cuando Eugenio llegó en 5º de primaria a clase y mientras repartía los exámenes cantaba: “El suspenso ya llegó, el suspenso ya está aquí…”, o cuando Bea, todos los viernes, escogía al mejor alumno de la semana, y le coronaba  mientras le sentaba en un sillón a modo de trono. Algunos recuerdos son más divertidos, como cuando recuerdo una clase de Pedro en la que una paloma se estampó contra la ventana, y la marca quedó durante el resto del curso. Por último, uno de los recuerdos que guardo con más cariño, porque me hacía mucha ilusión, es cuando venían los Reyes Magos en Navidad al colegio, cargados de regalos y calzados con sus mejores deportivas. En especial, recuerdo un año en que uno de mis compañeros se acercó muy serio a Melchor y le dijo: “Sé que tú no eres de verdad un rey mago… ¡Eres un paje!” Respecto a esto, quiero aprovechar la ocasión para agradecérselo al APA, ya que es en mi opinión, el mejor regalo que hacen a los niños.La última etapa, también llamada “la transición del lápiz al boli” ha sido la más especial. En primero nos mezclaron a  todos, y se acabó la rivalidad que habíamos tenido los años anteriores de A contra B. Un hecho muy importante fue, asimismo, el tener el recreo en el parque, con los mayores, que ya nos dotaba de una categoría superior.
Pero dentro de estos cuatro años, el más disfrutado ha sido cuarto de la ESO, nuestro último año, pues ha sido cuando hemos estado más unidos, y en el que lo hemos pasado mejor.O decidme si no, lo gracioso que era vernos todas las noches en Portugal con el pijama, y las mañanas lavándonos los dientes, como en familia. Y la cara de los chicos cuando se despertaban con un “Faloface” escrito en la cara, mientras escuchábamos los interminables monólogos de David, alias Brañas, que se sentía tan, tan solo… Pero en mi opinión, lo más extraño y a la vez divertido, ha sido descubrir las peculiaridades de los profesores. Durante estos cuatro años, hemos podido conocer a personas que nos han ayudado a convertirnos en “intentos de humanoide”, y que merecen un mundo por su infinita paciencia:·        Sor Marina, la nueva directora y profesora de religión, cuyas relajaciones nos han dado esos minutos de sueño necesarios en los días de exámenes.
·         Manolo y su inexplicable odio al típex, o también llamado por él: “cosa blanca asquerosa”.
·        Mario y sus manías de dar vueltas sobre sí mismo en un kayak, que finalmente le han valido un Récord Guiness.
·        Rubén, que debe ser el único profesor que tiene alumnos tan pesados que le van a ver a sus conciertos.
·        Mar, sin duda la tiza más rápida del colegio, capaz de llenar una pizarra en dos minutos.
·        Belén, una de las mujeres más fuertes y cariñosas que he conocido en toda mi vida.
·         Miguel, el profesor de matemáticas más divertido del mundo, a pesar de sus chistes malos.
·         José Antonio, pozo de calma y paciencia ante nuestro “gran talento” para el teatro.
·         Sor Marcela, cuyas épicas historias hacen más amenas las clases de Sociales.
·        Coro, que la conocimos cuando se casaba, y hemos visto crecer a su hija.
·        Gonzalo, que a pesar de estar sólo un año, se ha convertido en alguien inolvidable, con sus chistes del oso, su buzón de sugerencias…
·        Esther y Coral, las mejores profesoras de inglés del mundo, que han conseguido que hayamos interpretado una obra de teatro y no nos hayan tirado tomates al final.
·        Palomo, cuyas ideas rozan la línea entre lo extremadamente divertido y lo macabro.
·        Jesús Olmeda, que ha intentado por todos los medios que nos convirtamos en “petits français”.
·        Paz, que nos ha ayudado a tener una visión ética del mundo que nos rodea y ha conseguido hacernos pensar.
·        Y por último, Jesús García, el profesor más extravagante a la hora de enseñar lengua. Sin duda, un hombre sabio como ninguno, capaz de educar con métodos distintos, que nos ha enseñado a dominar “el saber”, y que nos ha llevado hasta lo más alto de la montaña de la lengua ayudándonos a trepar lenta y cuidadosamente. Alguien por el que merece la pena sentirse afortunado de ser su alumno.
Todos estos nos han apoyado, nos han ayudado a madurar, y a cambio, les ha salido alguna arruga más por nuestra culpa, incluso alguna cana que otra. Pero debemos agradecer a ellos nuestra formación, no sólo a nivel académica, sino como personas. Y debemos agradecer también a nuestros padres, que cada uno a su manera, han procurado lo mejor para nosotros, y lo más importante, han elegido este colegio para que creciéramos.Y así ha sido. Señoras, señores, hoy nos graduamos. A partir de ahora ponemos la mira en un horizonte nuevo, pero manteniendo la vista en lo que hemos dejado aquí. A pesar de que cada uno va a continuar su historia de forma independiente, nadie nos podrá quitar jamás los capítulos que tenemos en común. Hoy sí que podemos decir orgullosos al mundo: érase una vez un cuarto de la ESO, érase una vez, nosotros.  Celia Cañete Fernández, 4ºA 

viernes, 1 de junio de 2012

Una rubia en un hospital

Hola a todos mis amigos, amigas y humanoides en general. Hoy os voy a relatar mi divertida experiencia en el hospital. Os cuento:

El caso es que estaba yo el domingo retorciéndome de dolor, pensando que tal vez me estuviera intentando poseer el demonio (o uno de los Teletubbies, nunca se descarta nada) y mi padre, como buen exagerado, decidió llevarme a Urgencias. Yo, por supuesto, accedí pensado en la gran variedad de drogas medicamentos que tienen para hacer desaparecer el uso de la razón dolor.

Así que nada, me vestí, me arreglé un poquillo y llegué en cochecito a la clínica, esperando un calmante rápido y volver a casa con la conciencia de mi padre tranquila. Pero imaginaos mi cara cuando una doctora empieza a darme aguijonazos con el dedo índice por todo el abdomen, cada vez más fuerte, mientras yo pensaba: "Como me apriete una vez más se me salen los intestinos, por Dios". Pero no, no paraba. De hecho, empezó a decirme, con esa cara de felicidad que sólo tienes cuando sabes que estás torturando a una persona: "¿Te duele cuando aprieto o cuando levanto el dedo?" Madre mía, yo sólo pensaba formas de asesinar a esa mujer.
Después de eso vino la analítica. Se acercó un enfermero con una aguja en la mano, con la sonrisilla de "Sí, tú y yo sabemos que te voy a pinchar, y te va a doler" (con la aguja, panda de malpensados ;) ), y todo empezó a darme vueltas. Dos tubos de sangre que me sacó, ¡será avaricioso el tío! No se conformaba con uno, no, si duraba más la tortura, pues mejor, sí señor. En fin.

Tras un largo rato de tomarse el café utilizar todos los medios necesarios para hacer rápidamente la analítica, que para eso es de una paciente en Urgencias,  apareció un señor motivadísimo con una silla de ruedas diciéndome que me van a hacer la ecografía. Yo, claramente, al ver la silla de ruedas pensé: "DIOS, VOY A MORIR" Pero no, tan sólo me llevó a que dos chicas me hicieran una ecografía de mi abdomen, apretando aún más donde me dolía, (para rematar la faena de la primera doctora), y tras un ratillo de mirar a una pantalla donde sólo se veía sombras, que lo mismo veía un hígado que el espíritu de Lord Voldemort, muy graciosas ellas, me dijeron: "Apendicitis aguda. Te tenemos que operar ya o te perfora. Y si eso ocurre puedes incluso morir." A lo que yo sólo respondí: "(¡¡¡¡¡¡Hiaksgjhakhg de kjfghajlg, pero seréis zokagll, y me decís tan tranquilas que me voy a morir, mlas péckgha!!!!!!!) Ah, vale."

Así que nada, tras una media hora unos minutos de llanto, llamadas y ataques histéricos por parte de mis amigos (Gracias chicos, por tener tanta templanza en esos momentos ;) ) me viene una enfermera a decirme que me quite la ropa. ¡¿PERDÓN?! JA JA No me hace gracia. Pero sí, me pusieron una de esas batas medio transparentes con el culo al aire; aunque por suerte, la enfermera, tras ver mi cara, la dio un par de vueltas y me la ató como un kimono, a lo geisha. No os voy a mentir, entre eso y la coleta de china que me hizo, entré al quirófano bastante sexy. 


Por último, el quirófano, no fue una experiencia muy agradable, me drogaron anestesiaron por vena, y como una buena rubia, mostré tranquilidad a pesar de no tener ni idea de lo que me decían.

Y a grandes rasgos, esta fue mi experiencia en el hospital, estuve ingresada unos días enganchada a un gotero y aquí sigo en casa con mi raja y mis puntos, pero feliz. Eso sí, yo sólo os digo una cosa: Si alguna vez tenéis que ir a al hospital, buena suerte con salir vivos del pasaje del terrror :).